martes, 25 de noviembre de 2008

Pelando la cebolla

Robaré a Günter Grass el título de su libro para este humilde post. Poco a poco voy sacudiendome de mis prejuicios (a un precio alto, pero en fin). No se cuando llegará eso que la gente llama exito pero de que me estoy acercando al fondo del asunto, nadie me lo va a negar. Estoy avanzando, dolorosamente, hacia el centro de todo. Hacia lo importante.

Estoy despojandome de todo, incluso de lo que me aferraba con uñas y dientes. Estoy abriendo las manos, con las palmas al cielo.

Estoy dejando de rogar por aceptación, de tratar de complacerlos. Vayanse a la mierda.

Estoy entendiendo que la gente se equivoca, yo también me equivoco. Parece obvio, todos lo dicen, pero recién entiendo a que se refieren.

No vale arrepentirse, es por gusto. No vale la pena preocuparse por el pasado o el futuro; uno ya pasó y el otro no existe.

La semana pasada cayó un meteoríto en Canada; pudo haber caído en mi cabeza. Ayer le cayó una piedra en la cabeza a un policia y se murió. Ando mirando al cielo preocupado. Los seres humanos somos paranóicos. Obsesivos.

Ayer no contesté el telefono, sentí vergüenza. ¿De que carajo? No sé. Somos, tambien, orgullosos.

La vida me empuja a seguir pelando la cebolla. Quisiera gritarle a la vida: ¡ya basta!, pero sería como gritarlo al espejo.

¿Entonces para que gritarlo?... ya me toca escuchar:

¡YA BASTA!

lunes, 29 de setiembre de 2008

La fusión... ya era hora.


"¡Oye estas fusionando!". Fue con esta frase que por primera vez me di cuenta: Todo esta cambiando, ¡por fin!.

Hubo una época, no muy feliz, en que me planteaba constantemente como vivir mi vida. Habían dos opciones (y las siguen habiendo). O bien yo dirigía mi vida y la llevaba hacia donde quería, es decir, me convería en determinado, terco, emprendedor, soñador, vehemente, necio, etc. O bien, dejaba que el viento me llevara cual pluma de Forrest Gump. Tenía claro que el cambio debía llegar así: por decisión o de manera inesperada.

Hoy todo ha cambiado y no se que pasó, si lo uno o lo otro; tal vez sea un poco de ambos, lo gracioso es que ya no lo pienso. ¿Quien hizo que todo cambiara? Juro que 100% no fue mi culpa, hablemos de un buen 25%... nada más. El resto: desconozco mayormente.

Nací bajo el signo de sagitario, bajo el influjo del año del gallo, nací con apellido japonés y con muchas influencias católicas. Eso definió mi caracter, mi personalidad y la dirección de mi vida. La verdad me jodía (y me jode) tan exacta y prejuiciosa definición; por eso siempre he querido (y quiero) ser otro. Por eso, siempre voy a cambiar.

Una cosa he asumido inmutable en mi caracter: el miedo; y en esta etapa puedo decir sin mucha vergüenza que ME CAGO DE MIEDO. Antes, por ejemplo me daba miedo darle a otros la posibilidad de decidir mi vida; era un Nietzsche monse que creía que cualquier relación (familiar, amical, amorosa, de trabajo, etc.) te debilitaba; siempre, pensaba, es mejor hacerlo uno mismo; todo en pos de la independencia. Hasta que ya todo asustaba, porque en la soledad todo da miedo. Luego llególa época fea en que me quede solo de verdad, ya no era el jueguito del Nietzche monse. Era feo.

Ahora llego la fusion, y ya no me esfuerzo, tengo gente a mi lado. Y no la ahuyento.

No se si este es el momento que estaba esperando, porque no me imaginaba esta epoca con tanto miedo; pensé que iba a ser todo claro y definitivo, y no lo es. Pero esta bien. Supongo.

Estoy fusionando, todo a mi alrededor esta cambiando; no lo he decidido, aunque si lo he deseado. Estoy fusionando y no quiero hacer nada para evitarlo.
Tengo curiosidad, quiero ver que pasa.

jueves, 17 de julio de 2008

Es lo mismo, todo es lo mismo... y eso aburre


Hoy estuve en una librería buscando un par de libros, Final del Juego de Cortazar y algo de T.S. Elliot. Hace tiempo que no leo un libro, me lo debo. Di varias vueltas por la sección de literatura latinoamericana y me fastidió muchisimo no encontrar Final del Juego (nota: sirvase leer "axolotl").

Seguí caminando pensando que si estuviera buscando un queso lo encontraría. Seguramente, también, encontraría un libro que me convencería que la guerra es un arte. Sorry que hable con el higado, pero todos somos diferentes y deberíamos leer diferente. Caminaba y me encontraba con un padre rico, un par de mujeres de venus, un monje que vendió su ferrari, una verdad incomoda y a George W. Bush por todos lados. ¡Ah! me olvidaba de los manuales para descifrar el codigo Da Vinci y todas las teorías conspiratorias de la iglesia católica. No se si esto esta bien, la librería tenía un anaquel inmenso con un solo libro (como 60 copias de cien años de soledad juntas). Antes las librerias exhibían mucha más variedad de libros. ¿eso esta bien?

Salí de la librería sin mi copia de Final del Juego que tanto quería y la imagen se hizo más clara: todos frapuccino de caramelo en mano, vestían la misma ropa, hablaban de lo mismo. Todos tenían sus libros del queso, de la guerra y de la alquimia en las manos. Todos caminaban en la misma dirección. ¡Carajo!

Llegué a la casa, angustiado, prendí el televisor en un canal que daba un reality de canto, cambie a otro canal y el reality era de baile, cambie a otro de... baile tambien. Apagué el televisor fasitidado y me refugié en la radio, pero lo mismo: la misma canción (obvio de reagetón) se repetía en tres emisoras a la vez. Comenzaba a sentirme desesperadamente agredido por una devastadora sensación de deshumanización.

¿Donde están las personas?

jueves, 29 de mayo de 2008

El efecto mariposa

El otro día salía del cine; vi ese documental sobre el medio ambiente que produjo el que debería ser el presidente de Estados Unidos (aunque esa es otra historia). El hecho es que salí con la conciencia ambiental a flor de piel, me dirigí al baño del multicine, me lavé las manos mientras pensaba que cada acto mío tenía una repercusión sobre el deteriorado medio ambiente que habitamos. Con las manos mojadas me quise secar las manos y me encontré frente a una decisión; ¿papel toalla o secadora eléctrica? Influenciado por el que debió ser el manda-mas gringo, analicé mis opciones desde el punto de vista ambiental. ¿Que contamina más el papel toalla o el secador eléctrico? Bueno un brevísimo análisis causa-efecto me hizo ver que la respuesta era ambigua; aparentemente el papel toalla contamina más porque se tuvo que talar un árbol, ¿es así de fácil? NO. Un poco de papel toalla puede provenir de un tercer reciclaje de un papel que provino de un árbol que provino de un bosque manejado sosteniblemente, con lo que esos 20cm de papel pueden no significar nada para el medio ambiente. Mientras que 30 segundos de secadora eléctrica pueden provenir de unos mililitros de quema de combustible fósil que generan unos gramos de dióxido de carbono que contribuyen al calentamiento global. Entonces la decisión es más difícil de lo que aparentaba: papel o secadora. Una vez que me di cuenta que no tenía los elementos para decidir correctamente opté por lo más fácil: me sequé con el pantalón. Claro que quedé como un reverendo huevas tristes, pero toda la culpa era del huevas tristes al que le quitaron la casa blanca.

Todo tiene un recorrido extraño en la vida, una seguidilla de causas y efectos peculiares que hacen que las cosas no sean, siempre, lo que parecen. O peor, las cosas que uno hace no siempre tienen un resultado predecible, esperable.

Esta anécdota me hizo acordar un fragmento que alguna vez leí de Saramago (en su novelón “ensayo sobre la ceguera):

“(…) Si ante cada acción pudiésemos prever todas sus consecuencias, nos pusiéramos a pensar en ellas seriamente, primero en las consecuencias, inmediatamente después, las probables, mas tarde las posibles, luego las imaginables, no llegaríamos siquiera a movernos de donde el primer pensamiento nos hubiera hecho detenernos. Los buenos y los malos resultados de nuestros dichos y obras se van distribuyendo, se supone que de forma bastante equilibrada y uniforme, por todos los días del futuro, incluyendo aquellos, infinitos, en los que ya no estaremos aquí parar poder comprobarlo, para congratularnos o para pedir perdón, hay quien dice que eso es la inmortalidad de la que tanto se habla, Lo será, pero este hombre esta muerto y hay que enterrarlo.” (Saramago dixit)

sábado, 19 de abril de 2008

Buscando a Ricardo

Fueron quince minutos de confusión frente a la enorme y pesada puerta blanca. La miraba atentamente pero no entendía mis emociones, todo sucedía muy rápido, de pronto, un impulso primitivo, casi animal, me empujó a romper la puerta a patadas. Entre al departamento, fui libre.
Creo que nunca he sido bueno para reconocer mis emociones (y estar aqui dentros me generaba miles); se me hace difícil diferenciar entre el miedo y dolor, la alegría y la melancolía, incluso entre la tristeza y la felicidad. Creo que se debe a que mi sensibilidad es inaudita y me quedo en eso. No logro procesar un conjunto de sentimiento y generar una emoción. No puedo. No sé si al entrar al departamento sentí miedo, pero si recuerdo que sentí mucho frío.
Además de frío, recuerdo el insoportable olor. El miedo, la alegría o lo que diablos estaba sintiendo, fue opacado por el espantoso olor del lugar. La sala era un contenedor de olores viejos; una capsula que impedía el ingreso del mundo exterior. En esa quietud se revolvían diversas pestilencias: de la ropa tirada en el piso nacían olores corporales insoportables; de la cama brotaba olor a sudor; de las alfombras, moho; de los restos de comida, un fermento irrespirable; del baño, hálito a heces. Cada pieza del departamento había logrado contener su propia fetidez. El departamento en su totalidad era vomitivo. Caminaba huyendo de un olor y reconociendo uno nuevo.
Una vez superado el trance de los olores, comencé a visualizar ciertos detalles. El departamento de Ricardo era un muladar, como su alma. Llegué a ver un poster de Syd Barret sobre la cabecera de la cama, supuestamente había dejado de escucharlo. Sobre la mesa de noche estaban apilados los malditos libros que tanto daño le hicieron. Abrí una ventana para que entre un poco de luz; iluminado, el cuarto se veía distinto, mucho más pequeño y deprimente. Sobre la cama pude ver un pequeño frasco con píldoras y, al lado, una carta. El contenido de la misiva era conocido, muy usado para estos casos, explicaba motivos, pedía disculpas… era errática y estaba inconclusa. Así era Ricardo.
Hace unos meses me enteré que había perdido la cordura. Dicen que fue luego de leer los libros, esos que hablaban de la ceguera blanca, de la muerte paralizada, de túneles, paranoias y esquizofrenias. Algunos dicen que fue producto del encierro y la falta de contacto con otras personas. Los vecinos comentaban que estaba en tratamiento psiquiátrico, pero que lo dejó; dicen que la depresión lo empujó a la locura. En realidad, ya nadie sabe porque se volvió loco. Tampoco interesa averiguarlo, según la carta, está muerto.
Salí del departamento. El episodio me mantuvo en vilo toda la noche, estaba excitado, no podía dormir. Decidí ir a ver a Valeria, una amiga de la universidad. No la veía hace mucho, pero tenía que contarle todo. Camino a su casa recordaba los buenos tiempos que pasamos Ricardo, ella y yo en la universidad: fiestas interminables, tardes de playa, un poco de estudio, bastante de alcohol, mil anécdotas, sueños de independencia. Siempre los tres juntos, siempre. Ya habían pasado cinco años desde que salimos de la universidad y dejamos de vernos. Cada uno tomo su propio rumbo. A Ricardo, al parecer, le fue peor. Comencé a sentirme culpable, si nos hubiéramos mantenido juntos o al menos comunicados lo hubiéramos ayudado; donde habíamos estado Valeria y yo todos estos años. Debe haberse sentido abandonado, que terrible.
De pronto ya estaba frente a la frágil puerta roja de la casa de Valeria, me despabilé de la culpa. Llamé a su celular, no quería despertar a toda la familia. Igual no contestó, así que toque el timbre.

- ¡Valeria!, ¿como estas?
- Eh… Hola – respondió confundida, por la hora y por mi presencia.
- ¿Como estás?... oye ya se que pasó con Ricardo – no pude evitar ir directo al grano.
- Eh… bueno pasa – respondió abrumada, por la hora, mi presencia y la noticia.
- Parece que ha muerto – era la primera vez que lo decía en voz alta y recién tomé consciencia de la situación.

Pasaron algunos segundos en que Valeria me miró a los ojos, sin saber que decirme, hasta que se recompuso.

- Si, me contaron. Que pena – trato de ser lo más amable conmigo
- ¿Como te enteraste?
- Pasa, pasa, primero tomate algo que te veo agitado
- Pero cuéntame – respondía algo alterado.
- Esta bien pero siéntate

Estaba confundido se suponía que solo yo sabía lo que le había pasado. Además, ¿porque no le sorprendía verme?, hace 4 años que no nos vemos.

- Ayer vino su mamá a contarme. Estaba muy triste
- ¿Y porque no me buscaron? – respondí un poco molesto esta vez
- Era tarde, pues, hoy te iba a llamar, pero el trabajo… tu sabes
- Pero, aún así…
- Lo sé, discúlpame
- ¿Entonces su mamá ya sabe?
- Si desde hace una semana.
- Que horrible
- Lo sé, aún no lo puedo creer.
- Que horrible, tengo que buscar a su mamá
- Pero…

Valeria no terminó la frase, le dí un beso y me marché apurado. Quería hablar con la mamá de Ricardo, quería que ella me contara que le había pasado en los cuatro años que no nos vimos. La culpa volvió.
Caminaba en dirección a la antigua casa de Ricardo. En el camino mis recuerdos se centraban en Ricardo y su familia. A diferencia de Valeria, a Ricardo lo conocía, prácticamente, desde que nací. Fuimos al mismo colegio y a la misma universidad, habíamos recibido la misma educación, pero éramos distintos. El era callado, tenía pocos amigos, era muy ordenado y estudioso, leía mucho, y – esto es algo que solo yo sé – era depresivo, tenía todos los síntomas, lo aprendimos en la facultad, se lo decía pero el no quería aceptarlo. El sabía la teoría, pero no podía aceptarlo; su caso, definitivamente, era de depresión aguda. Recuerdo que eran una familia acomodada, el era hijo único y yo me convertí en el hermano que nunca tuvo, en el hijo que nunca tuvieron; creo que les llevaba un poco de la alegría que en algún momento perdieron. Su familia me amaba.
Estaba frente a la viejísima puerta azul de Ricardo, la que tantas veces toque, dejé atrás la nostalgia y toque la puerta con insistencia.

- Señora, ¿como está? – pregunté nervioso
- Hola, me llamó Valeria hace un rato, me dijo que probablemente vendrías – me respondió contenida.

Ella me miró a los ojos y después de unos segundos se descompuso y solo atinó a llorar. Me abrazó. No supe que hacer, la abracé y comenzamos a llorar. Era la primera vez que lloraba desde el entierro de mi padre. Por primera vez, en años, brotaban mis sentimientos mejor guardados. Le tenía mucho afecto a Ricardo y recién ahora sentía la pérdida de mi amigo. La señora me miró pero no dijo nada, me tocó la mejilla con gesto maternal, me dijo que le gusto verme y que volviera otro día con Valeria para comer juntos, los tres. Me dijo que nos extrañaba. Nos despedimos.
No quería volver a casa, la noche había sido intensa, era tarde para volver donde Valeria así que decidí ir al departamento de Ricardo. No se con que motivo, ni con que fin.
Mientras caminaba comenzó a llover, no recuerdo haber sentido frío; esta vez, estaba concentrado en la pena de haber perdido a mi amigo; en los últimos 4 años de mi vida, en que me alejé de mis amigos, en que perdí el rumbo. Si hubiera estado ahí para Ricardo quizá todo hubiera sido distinto. Volvía la culpa con más fuerza. Lloraba mucho, o al menos eso creo, no podía diferenciar mis lágrimas de la lluvia que caía constantemente sobre mi cara. Sin darme cuenta ya estaba frente al departamento. Me paré frente al edificio y lo miré devastado, su dueño ya no existe. Era horrible. Subí las escaleras, mojado, lloroso. Devastado.
Nada me preparó para lo que vería al llegar al departamento. La puerta, que hace un par de horas había roto a patadas, estaba intacta. Verifique la numeración pero no me había equivocado, era la misma enorme y pesada puerta blanca. No comprendía. Toque la puerta sin pensar, era ilógico, ¿quien me abriría? Poco a poco todo se aclaró en mi mente, dejé de llorar y sonreí. Claro, en realidad nunca había roto la puerta, era mi imaginación, seguramente la puerta estaba abierta y así entré. Era clásico en mí, siempre tiendo a exagerar los recuerdos. Bajé a buscar al portero para que me ayudara a abrir la puerta, a lo mejor todavía se acuerda de mí.
Bajé y esta vez los recuerdos se centraban en mí. En que por 4 años había estado tan deprimido como Ricardo, en que ya era hora de salir, de recuperarme. Me merecía ser feliz. Llegué a la puerta de vidrio de la recepción.

- Hola, por favor quisiera que me abriera la puerta del 205, no se si me recuerda, estuve aquí hace un par de horas.
- Como no, Señor Ricardo – respondió el portero.

(Minutos después, entre a mi departamento: fui libre)

miércoles, 16 de abril de 2008

¿Puede un vaso estar totalmente lleno?

Lo del vaso medio lleno o medio vacio no es cliché... aunque suene. Lo que pasa es que cuesta trabajo recordarlo y encararlo cuando el vaso no esta totalmente lleno. O sea: casí siempre.

jueves, 3 de abril de 2008

¿Se puede ser feliz sin una cajita feliz?


Si eres fanatico del McDonald´s, amas el capitalismo y vives en democracía, pregunto: ¿Quieres un país como Cuba? o ¿Un presidente como Hugo Chavez? ¿Quien, en un Perú que ayer logro la calificación de grado de inversión, quiere un gobierno absoloutista?

Ayer leí una noticia extraña. El reino de Butan se democratizaba por orden del rey; su pueblo veía con temor esta medida. Investigue un poco: Butan tiene 700,000 habitantes y se caracteriza por ser uno de los países más cerrados al mundo occidental (sin embargos económicos ni presidentes matones). No conocian, hasta hace unos años, las carreteras asfaltadas, la televisión, el internet, el celular, la vida moderna en general. Solo 50 mil extranjeros ingresaron al país el año pasado, y un numero que ni vale la pena mencionar salió de el.

Lo extraño viene porque el reino de Butan figuro hace unos años en la lista de los países más felices del mundo. Interesante. Según los canones de la economía mundial el bienestar de un país se mide así: Se suma el valor monetario de la producción de bienes corrientes y servicios de un país en un periodo dado y se divide el valor entre el numero total de habitantes: producto bruto interno per capita (que le dicen). Si el PBI per capita es mayor que el costo de vida per capita podemos decir que gozamos de bienestar. Eso lo dice el capitalismo; es lo que manda Ronald McDonald.

El comunismo tiene su formula de bienestar, la iglesia catolica tiene la suya, mi mamá tiene la suya, yo tambien. Cada uno mide el bienestar según su propio lente. Por eso es dificil decir que un país en general es feliz. De Butan podemos decir si es feliz si bajamos de internete su FIB: felicidad interna bruta. ¿Su qué?

Ellos miden su felicidad; a ellos les importa. Yo pensaba que lo que pasaba en Butan se llamaba resistencia al cambio, pero parece que no.

Interesante. A lo mejor estamos midiendo mal las cosas por acá.

viernes, 7 de marzo de 2008

La función Seno

Dicen que una teoría matemática es una reducción de la realidad a leyes serenas. Dicen que todo comportamiento puede ser descrito por una ley. Dicen que existe la teoría del caos. Tambien dicen que el caos es un orden por entender. Tantas cosas se dicen en nombre de la ciencia.

En el transcurso de mi vida he estudiado más matemáticas de las que mi cerebro realmente pudo procesar. Hace más o menos dos semanas estoy pasando por eso que la gente llama un "bajón", días en que ya no quieres levantarte temprano para ir a trabajar; días en que prefieres dormir todo el día a salir a divertirte hasta el desayuno; todo en general se hace más pesado. Estuve tratando de entender lo que me pasa, realmente no hay explicación aparente; simplemente estoy en un bajón.

Pienso en el bajón y lo comienzo a ver cuantitativamente. ¿Será que las matématicas me pueden dar una respuesta?. Existen modelos matemáticos para explicar diversos comportamientos del universo. Se sabe que la distancia es igual a la velocidad por el tiempo recorrido, por ejemplo. Creo que todo se puede modelar en las matemáticas. A continuación el modelo que explica mi temporal desmotivación: La función seno.



La función seno se aplica para fluctuaciones periódicas constantes. Si aplicamos las variables de mi bajón a este modelo, comprendo que tengo picos en que mi nivel de atención es altísimo y otros en que mi desmotivación y desconcentración estan demasiado bajos. Debo aprender a vivir con estas fluctuaciónes. Es parte del modelo.

Asi de simple, y así de complicado. Como las matemáticas. Entonces, compliquemos más el asunto, como las matemáticas.


La gráfica tiene dos ejes: donde el eje "y" es la amplitud (A), y el eje "x" es la frecuencia (x), y una tercera que deriva de la inversa de f, donde T es el periodo (1/f)

¡La friegas! dirán. Bueno, de todas formas ya dije que mi cabeza ha estudiado más matemáticas de las necesarias. Me llega lo que piensen. Continúo

Entonces, la famosa la amplitud (el eje y, la vertical, la olita que sube y baja, el zig zag ese, etc.), indica que tan alta o baja es la curva.

En verdad es bueno saber que la amplitud existe. Si estas en la parte baja de tu curva seno, siempre encontraras al pavaso que te suelta un siempre-hay-una-luz-al-final-del-túnel o un infeliz postulante a Cohelo que te suelta un no-hay-mal-que-por-bien-no-venga. En el fondo lamentablemente hay que reconocerlo: tienen razón. Siempre la curva se levanta. Ojo, si estas en la parte de arriba, no te la creas: prepárate para la caida. Siempre va a existir el primer día de trabajo después de las vacaciones, por ejemplo. Por eso siempre la vida tiene etapas: las cosas siempre tienen su final y si vives tratando de negarlas la caída dolerá. Es algo matemático, no hay otra.

Existe tambien la frecuencia.




La frecuencia se mide en Hertz (En honor a Heinrich Hertz e indica la cantidad de veces en que un suceso ocurre en un segundo). Una frecuencia alta indica que todo se repite muy rápido y, creo yo, algo debe estar mal. Recuerdo claramente una epoca en que sufría de alta frecuencia de desmotivación laboral. Al comienzo la desmotivacion laboral comenzaba el veintitantos de todos los meses, cuando me quedaba sin plata en la tarjeta y el trabajo aumentaba, los plazos y la presión, todo. Luego paso a ser una cuestión semanal, y todos los domingos en la noche comenzaba la desmotivación, los lunes eran desalentadores. Al final de esa epoca pasaba todas las mañanas peleando con mi desmotivación para poder levantarme. Una cagada: pasé de un f =1 a f=31 (veces al mes). Decidí que algo estaba mal y cambié de trabajo, hoy la frecuencia es baja y no ha aumentado, cuando aumente será momento de cambiar. Es algo matemático, no hay otra.

La inversa de la frecuencia es el período de oscilación (T) e indica el tiempo transcurrido entre dos sucesos iguales. Aunque el concepto puede confundirse con f, es importante reconocer su existencia. Si el período de oscilación es muy largo, nos olvidamos como reaccionar y tenemos que volver a aprender. Si todos los días aprendemos a reconocer los sonidos del estomago y asociamos la sensación de lanquidez con hambre, aprenderemos a reconocer cuando necesitamos comer. Si eso sucediera cada 100 días nos tomaría mucho tiempo reconocer cuando debemos comer. Sería terrible. El periodo de oscilación esta muy asociado con eso que llaman experiencia. No sé.

Con el tiempo la curva se vuelve más serena. Disminuye en ambos ejes (la amplitud y la frecuencia) y se puede vivir mejor. Por el momento uno debe aprender de cada período de osiclación (por eso se dice que la vida es como un péndulo). Las cosas pasan siempre de una manera exacta y precisa. Y al final todo pasa.

Es algo matemático, todo pasa de una manera exacta y precisa. Hay que tener paciencia. No hay otra.

lunes, 25 de febrero de 2008

Lo que temo de la ciencia ficción

A lo mejor no es un error. Lo que más me angustia es que el futuro al final si sea como la ciencia ficción y que Kubrick solo se haya equivocado en la fecha. ¿Donde habra espacio para la vida?

sábado, 23 de febrero de 2008

El error de la ciencia ficción



La ciencia ficción no es, exactamente, mi género filmico favorito. Existen miles de generos que prefiero antes de este, me gusta el thriller psicologico, los policiales antiguos, el film noir, las comedias estúpidas, el drama de guerra, en fin son miles. Tengo cien directores y actores favoritos que nunca han hecho ciencia ficción. Admiro mucho a: Tarantino, Kubrick, Godard, Wes Anderson, Burton, Buster Keaton, Johnny Depp, Al Pacino, Jack Nicholson, Audry Hepburn y un larguisimo etc, etc, etc.
Sobre todo no me gusta la ciencia ficción porque debería ser el futuro, pero casí nunca lo es. He llegado a pensar que la ciencia ficción no trata de imaginar el futuro, trata de inventar uno que no existe. En pocas palabras: la ciencia ficción es una realidad falsa. Es una farsa.
Un ejemplo claro. Uno de mis directores favoritos es Stanley Kubrick, el dirigió "2001: Una odisea del espacio". Aunque la pelicula es buena, pudieron hacerla de otra manera, sin la ciencia ficción. Si no me equivoco mi lap top con conexión wireless, que facilmente podría ser HAL, dice que estamos en el año 2008, 7 años posteriores a la odisea del espacio. Según se, no ha habido evento ni remotamente parecido al descrito en esa obra. La película no se parece en nada a la realidad de hoy. Se que Kubrick fue un visionario y un perfeccionista, pero por favor expliquenme donde esta el polvo que aparece en las primeras escenas con los monos. Donde esta el sudor del hombre que hace ejercicio. Porque todo es blanco y no hay una sola huella de nada. Donde estan los celulares. Donde esta el entretenimiento barato de la televisión y la radio. Donde esta la comida chatarra. ¿Donde esta la realidad?.

Sobretodo me parece que todas las obras de ciencia ficción se equivocan en un detalle garrafal: La modernidad no es nueva. Si bien, a medida que pasan los años, usamos cada vez más artefactos. Casi nunca son todos nuevos a la vez. Me explico: En casi todas las películas del género todo es nuevo y limpio, como si la modernidad implicara una sensación de novedad constante y limpieza clínica. FALSO. Existen, hoy, carros de 1995 (y antes) circulando por las calles, televisores en blanco y negro funcionando en algunas casas, VHS corriendo peliculas, celulares que solo hacen y reciben llamadas. La calle no esta llena de infraestructura nueva, el crecimiento urbano es lento, el estadio nacional, el zanjón, el tráfico de la Av. Abancay, los monumentos, todo esta ahí desde que nací, y no hay intenciones de que desaparezcan; supongo que siempre existiran los lugares de toda la vida. Mi papá aún no sabe usar ciertos aparatos y mi mamá no tiene correo electronico. Mi cuarto aún tiene ese sticker de OPTIMISMO que regalaban en Wong hace años y que yo encontré en la ventana de mi cuarto cuando me mudé a esta casa. Esos los son rastros del pasado que se quedan en el presente. Esas son las imperfecciones del presente. Imperfecciones necesarias. Necesarias para esperar algo del futuro. Para soportar el presente.

¡Muerte a R2D2!

jueves, 21 de febrero de 2008

La pregunta cercana

Hay una escena en ese peliculón que es Closer, donde el doctor le dice al amante de su esposa que si uno es depresivo no puede permitirse la felicidad. Luego dice que permitirsela sería negar su propia condición y que nadie esta dispuesto a negar lo que, en escencia, es. Nadie esta dispuesto a negarse a si mismo. La pregunta, entonces, no es si uno es feliz o si puede serlo, la pregunta es: ¿tu condición te lo permite?.

No sé.

miércoles, 16 de enero de 2008

Sustento matemático contra el racismo (Ribeyro dixit)

Este pensamiento nació después de leer “Prosas Apátridas” de Julio Ramón Ribeyro, exactamente la prosa apátrida número 63. Dicho sea de paso, libro que recomiendo infinitamente.


En este segundo no tengo el libro a la mano para poder citar textualmente lo que Ribeyro descubrió en una noche de abstracción, gracias a una progresión matemática sencilla. Haré el cálculo de nuevo. Atención.

Yo tengo dos padres, mis padres tienen dos padres cada uno, es decir, tengo 4 abuelos. Mis abuelos, a su vez, tuvieron 2 padres cada uno, es decir, tuve 8 bisabuelos. La progresión continúa: tuve 16 tatarabuelos, antes tuve 32 ancestros, 64, 128, 256. Hace 300 años, 1024 ancestros de línea directa. Y así sigue la progresión. Hice los numeritos en una hoja de cálculo, según los cánones de la ingeniería industrial. Según esos mismos cánones, asumí como premisa básica que cada generación esta espaciada por 30 años (es decir tuvieron al hijo, que sería mi ancestro directo, a los 30 años en promedio). Cosas de ingeniero. Bueno ahí acaba la ingeniería, pero la cosa sigue.

Haciendo una pequeña simulación llegué a la siguiente conclusión, hace 28 generaciónes mis ancestros debieron ser más de la mitad de la población mundial. Hace 870 años (29 generaciones atrás, en el año 1130) debí tener 536´870,912 ancestros. La población mundial en ese año se estima en 500´000,000 habitantes aproximadamente. ¿Qué fue?

Ribeyro habla, con lógica y veracidad, de casos de incesto. Es definitivo, pero estamos hablando de matrimonio entre primos de décimo grado pues. Eso hasta la iglesia más ortodoxa lo permite. No hay pecado. Asiento cucufatos.
Una explicación más culposa, pero no juzgable, es la poligamia. De todas formas son casos excepcionales que no puden reducir tanto la cifra.

Esto quiere decir que cada ser humano actual procede de todos los seres humanos pasados. Eso es lo que Ribeyro, inteligentemente, llamó cono invertido. Pero, si vamos del primer humano, hacia el día de hoy encontraremos una cono normal. Es decir que todos nacemos de la primera pareja. Por este ultimo razonamiento, se puede decir con certeza matemática que por lo menos hace 29 generaciones todos tuvimos los mismos ancestros. Apuesto que muchas veces es menos.

Ya no tengo ni que enunciar mi pensamiento, pero ahí va para los distraídos: el racismo es basura pura y hedionda. ¡mi abue Hitler fue un reverendo tetudo!, lo de mi abue Luciano Benetton no es puro marketing. Mejor ya no le grites al cobrador de la combi como si fuera un ser inferior, ahora entiendes cuando grita ¿habla primo vas?. No seas necio pues.
Todo esto me lo contó, la otra tarde, mi papapa Julio Ramón, mientras nos tomabamos un café.

sábado, 5 de enero de 2008

La placentera rebelión del sueño


Dicen que el sueño es un estado egoísta e imperfecto de la naturaleza humana. En el, el ser se entrega a la vida del espíritu. La mitología griega, por ejemplo, llamaba hermanos a Hypnos —dios del sueño— y a Thántanos —dios de la muerte—. Me parece obvio que desde esa época se sabe que el sueño no pertenece a este mundo. Y es que claro, dormir, es buenazo; nada en la vida se le compara.

Personalmente, confieso que el sueño es uno de mis más grandes placeres culposos. Soy de los que odia perder el tiempo. Pero como me gusta que gane Morfeo. Esos minutos que me gana después de almuerzo cuando el aparato digestivo hace su trabajo, su arduo trabajo. O esas mañanas de fin de semana, después del desayuno. O los ronquidos en el sofá de la sala cuando la película es mala. O los tramos largos en combi... y los cortos. O los sábados en la tarde después del fulbito. Las tardes-noches en la playa. Los fines de semana de futbol local en la tele. Los viernes recién salido del trabajo. Cualquier momento, en realidad, amerita una siestecita. O una grande.

Científicamente, se dice que, el acto de dormir es el descanso de la mente, no del cuerpo. Y cuando dormimos, el cerebro elimina información inútil y ordena lo necesario: cuando se duerme, se aprende. Dicen, por eso, que un bebé tiene mucho que dormir después de ver el mundo por unos minutos; por eso, un anciano duerme poco tras ver que el mundo sigue igual. La pregunta importante en este momento es: ¿Qué he aprendido yo después de tantas, pero tantas, horas de sueño?

Como siempre sucede, con este tipo de placeres sin recompensa ulterior, después viene la culpa. Culpa porque se acaba el día y la pase dormido. Perdí el tiempo. Comienza la noche y un remedio para la culpa: el insomnio. A esa hora todos están entregados al placer del sueño. Yo estoy disfrutando de recuperar el día, de que nadie interrumpa. Es rico (confiésalo) que el celular no suene y nadie joda. Que las agendas tengan impreso solo hasta las diez de la noche, como si el tiempo después de esa hora fuera extra. ¿Quien no ha madrugado para estudiar para un examen un día antes?; ¿Quien no se ha ido de juerga a mitad de semana para romper la monotonía del trabajo?; ¿Y quien, como yo, no se ha quedado en casa de madrugada en absoluta y placentera libertad? No se engañen, aunque sea una vez lo han hecho. Madrugar siempre deja una sensación de triunfo sobre el tiempo, como quien le saca el último jugo al limón.

La secuencia de placeres culposos queda entonces definida así: duermo porque es rico; luego me levanto tarde y trato de recuperar el tiempo perdido en la madrugada; a continuación, amanezco con sueño, pero victorioso; el sueño me gana y nuevamente comienza el ciclo. Pregunta: ¿porque no hago esta misma secuencia, pero al ritmo de la rotación de la tierra? Es decir, dormir de noche y despertar de día; como Dios manda. Supongo que es la necesaria cuota de rebeldía. El problema es que estoy demasiado comprometido con esa revolución y no puedo romper el círculo vicioso.
Ya es de madrugada y sigo despierto... escribir, otro placer cojudo. Nuevamente me pregunto: ¿Que carajo he aprendido yo despues de tantas, pero tantas, horas de sueño?
Aparentemente NADA.