sábado, 28 de febrero de 2009

El alma, Dios y otras energías inmateriales (por Sabato y Pessoa)

“Explicame a mí como es Alejandra” dijo Bruno. Y pensó que eran precisamente aquellos pliegues desdeñosos y cierto tenebroso brillo de sus ojos lo que sobre todo distinguía a Alejandra de Georgina, a quien en realidad había amado.
(…)
Claro que su cara era casi la misma que la de Georgina su mismo pelo negro con reflejos rojizos, sus ojos grisverdosos, su misma boca grande, sus mismos pómulos mongólicos, su misma piel mate y pálida. Pero aquel “casi” era atroz, y tanto más cuanto más sutil e imperceptible, porque de ese modo el engaño era más profundo y doloroso. Ya que no bastan (pensaba) los huesos y la carne para construir un rostro, y es por eso que es infinitamente menos físico que el cuerpo: está clasificado por la mirada, por el rictus de la boca, por las arrugas, por todo ese conjunto de sutiles atributos con que el alma se revela a través de la carne. Razón por la cual, en el instante mismo en que alguien muere, su cuerpo se transforma bruscamente en algo distinto, tan distinto como para que podamos decir “no parece la misma persona”, no obstante antes, un segundo antes de ese misterioso momento en que el alma se retira del cuerpo y en que éste queda tan muerto como queda una casa cuando se retiran para siempre las personas que ahí se amaron y odiaron. Pues no son las paredes, ni el techo, ni el piso lo que individualiza la casa sino los seres que la viven con sus conversaciones, sus risas, con sus amores y odios; seres que impregnan la casa de algo inmaterial pero profundo, de algo tan poco material como es la sonrisa en un rostro, aunque sea mediante objetos físicos como alfombras, libros o colores. Pues los cuadros que vemos sobre las paredes, los colores con que han sido pintadas las puertas y ventanas, el diseño de las alfombras, las flores que encontramos en los cuartos , los discos y libros, aunque objetos materiales (como también pertenecen a la carne los labios y las cejas) , son, sin embargo, manifestaciones del alma; ya que el alma no puede manifestarse a nuestros ojos materiales sino por medio de la materia, y eso es una precariedad del alma pero también una curiosa sutileza.
Ernesto Sabato en “Sobre Heroes y Tumbas”
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Nací en una época en el que la mayoría de los jóvenes habían dejado de creer en Dios, por la misma razón que sus mayores habían creído en El: sin saber porqué. Siendo así, y dado que el espíritu humano tiende a criticar naturalmente porque siente y no porque piensa, la mayoría de esos jóvenes eligió la Humanidad como sucedáneo de Dios. Pertenezco, sin embargo, a esa especie de hombres que están siempre al margen de aquello a lo que pertenecen y no ven sólo la multitud de la que forman parte, sino también los grandes espacios que hay a sus costados. Por eso, ni abandoné a Dios tan ampliamente como ellos, ni acepté nunca la Humanidad. Consideré que Dios, si bien improbable, podría ser y en consecuencia, también ser adorado; pero que la Humanidad, siendo una mera idea biológica cuyo significado se limita a la especie animal humana, no era mas digna de adoración que cualquier otra especie animal. Este culto de la humanidad, con sus ritos de Libertad e Igualdad, me pareció siempre una resurrección de los cultos antiguos, en que los animales eran como dioses, o los dioses tenían cabezas de animales.

De tal manera, no sabiendo creer en Dios, y no pudiendo creer en una suma de animales, me ubiqué, como alguna otra gente marginal, a esa distancia de todo a la que vulgarmente se la llama Decadencia. La Decadencia es la pérdida total de inconsciencia; porque la inconsciencia es el fundamento de la vida. El corazón, si pudiese pensar, se detendría.
Fernando Pessoa en "El libro del desasosiego"

martes, 17 de febrero de 2009

Claridad

Dijo Bernardo Soares:

"Todo el mal del romanticismo consiste en la confusión entre lo que deseamos y lo que necesitamos. Todos nosotros necesitamos de las cosas indispensables para la vida, para su conservación y su prosecución; todos nosotros deseamos una vida más perfecta, una felicidad completa, la realidad de nuestros sueños.

Es humanos querer lo que se necesita, y es humano desear lo que, no resultandonos necesario, nos resulta, no obstante, deseable. Lo enfermo es desear con igual intensidad lo que es preciso y lo que es deseable, y sufrir por no ser perfecto como se sufre por no tener pan. El mal romantico es eso: Querer la luna como si hubiera manera de alcanzarla."

viernes, 6 de febrero de 2009

Reaccionar

Este post es una especie de promesa conmigo mismo. Son la una de la mañana y en unas horas será momento.

Es muy cierto decir que el mundo se volvió una mierda y que es injusto; sería cierto y demasiado fácil. Sería tan trilladamente fácil como decir que la gente se volvió egoista y que no me deja ser feliz.

Sería cierto, tambien, decir que las personas, todas, somos distintas. Pienso que el ser humano tiene tres aspectos: el social, el espiritual y el material; es decir: ellos, yo o lo demás. Cada persona desarrolla su individualidad inclinandose a uno. Eso creo.

Sería facilisimo callar y aceptar que el mundo es una mierda y que yo solo me preocupo por satisfacerlos a ellos.

Lo jodido viene cuando te pasan por encima como persona, eso nunca debe suceder. "Hay que marcar la cancha" me dijo la persona que peor invadió mi cancha.

Toda fuerza aplicada a un cuerpo recibe una fuerza normal que la contrarresta en igual magnitud pero en sentido opuesto. Es una de las tantas teorías físicas que mantienen el equilibrio del universo. Eso quiere decir que cualquier reaccion mía es: Normal.

Y no vayan a decir que el mundo es una mierda... ¡Que fácil!