jueves, 29 de mayo de 2008

El efecto mariposa

El otro día salía del cine; vi ese documental sobre el medio ambiente que produjo el que debería ser el presidente de Estados Unidos (aunque esa es otra historia). El hecho es que salí con la conciencia ambiental a flor de piel, me dirigí al baño del multicine, me lavé las manos mientras pensaba que cada acto mío tenía una repercusión sobre el deteriorado medio ambiente que habitamos. Con las manos mojadas me quise secar las manos y me encontré frente a una decisión; ¿papel toalla o secadora eléctrica? Influenciado por el que debió ser el manda-mas gringo, analicé mis opciones desde el punto de vista ambiental. ¿Que contamina más el papel toalla o el secador eléctrico? Bueno un brevísimo análisis causa-efecto me hizo ver que la respuesta era ambigua; aparentemente el papel toalla contamina más porque se tuvo que talar un árbol, ¿es así de fácil? NO. Un poco de papel toalla puede provenir de un tercer reciclaje de un papel que provino de un árbol que provino de un bosque manejado sosteniblemente, con lo que esos 20cm de papel pueden no significar nada para el medio ambiente. Mientras que 30 segundos de secadora eléctrica pueden provenir de unos mililitros de quema de combustible fósil que generan unos gramos de dióxido de carbono que contribuyen al calentamiento global. Entonces la decisión es más difícil de lo que aparentaba: papel o secadora. Una vez que me di cuenta que no tenía los elementos para decidir correctamente opté por lo más fácil: me sequé con el pantalón. Claro que quedé como un reverendo huevas tristes, pero toda la culpa era del huevas tristes al que le quitaron la casa blanca.

Todo tiene un recorrido extraño en la vida, una seguidilla de causas y efectos peculiares que hacen que las cosas no sean, siempre, lo que parecen. O peor, las cosas que uno hace no siempre tienen un resultado predecible, esperable.

Esta anécdota me hizo acordar un fragmento que alguna vez leí de Saramago (en su novelón “ensayo sobre la ceguera):

“(…) Si ante cada acción pudiésemos prever todas sus consecuencias, nos pusiéramos a pensar en ellas seriamente, primero en las consecuencias, inmediatamente después, las probables, mas tarde las posibles, luego las imaginables, no llegaríamos siquiera a movernos de donde el primer pensamiento nos hubiera hecho detenernos. Los buenos y los malos resultados de nuestros dichos y obras se van distribuyendo, se supone que de forma bastante equilibrada y uniforme, por todos los días del futuro, incluyendo aquellos, infinitos, en los que ya no estaremos aquí parar poder comprobarlo, para congratularnos o para pedir perdón, hay quien dice que eso es la inmortalidad de la que tanto se habla, Lo será, pero este hombre esta muerto y hay que enterrarlo.” (Saramago dixit)